
Si hay algo que complica la vida de los viajeros y que predispone al disgusto, el enojo y la impotencia, es "el aeropuerto". Y no importa que "el aeropuerto" sea el de Nueva York, el de París o el de Bombay. Pareciera que siempre, más allá de dónde se localice el que en cada caso nos toque, se trata del mismo. Porque a todos algo los unifica y emparienta: el sometimiento, la tortura administrativa y los inevitables requerimientos que imponen los controles de seguridad. Todos ellos pasos indispensables en el mundo actual, pero al mismo tiempo extenuantes para el viajero. Para ver la nota completa haga click aquí.
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